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El ojo de Leviatán y su justicia selectiva

Actualizado: 10 jul 2023

Por Verónica Alejandra River



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Ética y estética*, son sólo dos palabras desgastadas por el uso y abuso que de ellas han hecho nuestros insignes pseudo intelectuales, los mismos que hoy pululan y fornican como moscas sobre el cadáver de nuestra patética democracia sentimental. Defensores acérrimos del Statu-quo establecido desde antaño en Colombia por los delfines de sangre azul que gobiernan y se reparten a su antojo el país, en compañía de los famosos delfines rosados de la periferia, estos especímenes de la fauna cultural colombiana se caracterizan por utilizar tantas mascaras para desempeñar su labor, que sorprenderían hasta el mismísimo “bardo” y al padre de la mentira juntos. Amigos de la alta alcurnia capitalina y de sus aliados en las tres ramas del poder público, estos pseudo intelectuales que posan de éticos ante las cámaras desfilando sin pudor por los medios nacionales e internacionales, se caracterizan no sólo por ser unos oportunistas hábiles con la lengua sino unas sanguijuelas despiadadas de la pluma, que fingen abiertamente desconocer la historia de nuestro país y el eje primordial de nuestros problemas: el sistema político centralista, cuyos excesos ni siquiera la constitución del 91 ha logrado moderar. Hoy por hoy el famoso centralismo cachaco o rolo figura en los libros de historia como el padre aún no reconocido de dos grandísimas meretrices desquiciadas llamadas paramilitarismo y guerrilla, que han azotado durante décadas al país, destruyendo junto con sus hijos nacidos del narcotráfico, el frágil tejido social de nuestra nación a través de su división fundamentalista y demagógica.


Engendradas durante el oscuro pacto del Frente Nacional (que dejo de lado a los militantes regionales de ambos partidos) y paridas a posteriori, estas pu*** tristes no cuentan con un progenitor que las respalde abiertamente. Ese mal padre que se niega rotundamente a reconocerlas a ellas y a sus nietos, está demasiado ocupado engordando sus arcas con los “logros” de su lasciva descendencia respaldado por un ejército de pseudointelectuales que vela día y noche por sus intereses, cuidando de su retaguardia, al tiempo que extiende sus tentáculos por nuestra nación con la ayuda de las fuerzas armadas (legales e ilegales) a su servicio, que se movilizan dando grandes pasos por la vanguardia. Este ejercito monumental de "ilustres" ayudantes distribuido a lo largo y ancho de la geografía nacional emerge constantemente en auxilio del gobierno central a través de los medios de comunicación, ya sea desviando la atención pública, omitiendo sus deficiencias, pormenorizando sus jugadas maquiavelicas o justificándolas. Aquellos defensores prepagos (y pospago) de mecenas arcaicos, que aparentan defender el Estado Social de Derecho Colombiano consagrado en la Constitución de 1991, no son más que unos farsantes que en el fondo sólo buscan perpetuar el Statu-quo tercermudista que nos estanca en una era neo feudal, gobernada aún por una pirámide social hermética de naturaleza fascista, donde un puñado de “privilegiados blancos" insisten en utilizar la leyes y el aparato legislativo del país a su favor (como sus ancestros), de la misma manera como lo hacen sus “contrincantes” del Uribismo, esa fuerza de la ultraderecha emergente nacida en la periferia. (...)




* Título de una columna de opinión que se publicó el día seis de agosto en el periódico el Espectador.


El texto anterior se escribió como respuesta a un artículo de opinión publicado en el periódico El Espectador, el día seis de agosto del año 2020, y fue elaborado como un ejercicio crítico de rutina. El artículo original sobre el cual se elabora el texto no se conserva en su versión digital.






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