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Sobre la literatura escrita en los Llanos Orientales entre el s. XIX y la primera mitad del s. XX.

Actualizado: 20 ago 2023


Por Yudy Rodríguez


El siguiente texto hace parte de un proyecto de investigación elaborado en el año 2017


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RESUMEN


En la introducción al libro titulado Una aproximación histórica y crítica a la literatura llanera (2001), el escritor Villavicense Henry Benjumea Yepes ha resaltado la importancia de rescatar las literaturas regionales del anonimato en una sociedad cada vez mas “globalizada” pero menos desarrollada y mas fragmentada como la Colombiana. Siguiendo esta perspectiva y con el objetivo de establecer nuevos puentes que unan a la región con el resto de la nación, se ha realizado esta corta pero sustanciosa investigación donde el lector encontrará un acercamiento crítico e histórico a la literatura escrita desde y sobre los Llanos Orientales durante el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. En el siguiente texto se señalará la importancia de algunas obras imprescindibles como la Vorágine (1924), de José Eustasio Rivera y las Crónicas del padre Rivero y Gumilla (Siglo XVIII), además de resaltar el papel del periódico regional El correo del Orinoco (27 de junio de 1818 - 23 de marzo de 1822) en la independencia de Colombia, para concluir con un análisis de la novela inédita Los emigrados (Siglo XIX), de la escritora Evanjelista Correa de Soler. A través del estudio de esta última novela se expondrán dos caras donde se confronta, por un lado, el discurso de Simón Bolívar y sus copartidarios políticos, manifestado en El correo del Orinoco, y, por el otro, la perspectiva de los receptores de ese discurso: el pueblo y la comunidad letrada que abrazaron o rechazaron la causa independentista.


PALABRAS CLAVE: Literatura llanera; Literatura colombiana; Los emigrados: leyenda histórica; Correo del Orinoco.


INTRODUCCIÓN


La vorágine: Una novela que marca un antes y un después en la literatura regional.


Para nadie es un secreto que la región de los llanos orientales comienza a afianzarse en el plano de la literatura nacional e internacional a partir de la obra del escritor huilense José Eustasio Rivera hacia la década de 1920. Antes de La Vorágine (1924) y el poemario Tierra de Promisión (1921) del mismo autor, la idea que se puede tener de esta zona del país puede llegar a ser imprecisa, caótica y desafortunada debido, en gran medida, a las rencillas entre los líderes políticos conservadores y liberales que se disputaban la región para la época, a las difíciles condiciones geográficas del terreno y al subdesarrollo cultural y educativo predominante en la zona. Desafiando esta perspectiva, José Eustasio Rivera, aquel personaje foráneo que paso parte de su vida en los llanos colombianos entre misiones diplomáticas y periodísticas, logra configurar, a partir de La Vorágine y Tierra de promisión, una cosmovisión regional diferente que revela, por primera vez al mundo, una imagen más moderna y humana de los llanos orientales y sus habitantes. Se vive el boom del Americanismo y la obra de este gran escritor junto a la de otros como Ricardo Güiraldes, Rómulo Gallegos y Andrés Bello logra, con un esfuerzo notorio, hacer ver territorios y costumbres que hasta el momento se hallaban escondidos de los mapas literarios oficiales.


A partir de la Vorágine se configura, según Jean Franco, el imaginario de los llanos como un paisaje de “silencio infinito donde se encumbra el espíritu de la luz libre” (Monserrat, pág. 139) En esta visión que se mantiene aún hoy en día con los avatares de la violencia, el paisaje llanero aparece dibujado como un desierto prodigioso de naturaleza inhóspita y exótica, matizado por una idiosincrasia local donde prevalecen el mito y la tradición como ejes fundamentales de su cultura. Estos elementos que sobreviven hasta nuestros días, parecen, de alguna forma, desvincularse de la cosmovisión política, cultural y social del Centro del país, haciendo difícil su asimilación e integración en la misma.


Si bien la vorágine marcó un paradigma en las letras nacionales y con ella una visión distinta de esta región frente a Colombia y el mundo, cabe señalar que antes de su aparición ya se había escrito literatura en los llanos o sobre los llanos orientales que por razones políticas y culturales tuvo poca o ninguna difusión. En ese estante encontramos obras como El Orinoco ilustrado del misionero jesuita Joseph Gumilla y las Crónicas del padre Rivero que estuvieron a punto de extraviarse en Bogotá y otros textos que gozaron, en su momento, de un mayor reconocimiento a nivel internacional como la novela escrita por entregas para la revista Magasin d’Éducation et de Récréation, del escritor francés Julio Verne titulada El soberbio Orinoco (1898), basada a su vez en el libro de viajes del explorador y profesor de historia Natural Jean Chaffanjon Viaje a las fuentes del Orinoco (1888) Estos dos últimos textos dan una lectura muy particular de los llanos orientales y parte del Guaviare que por ahora no se abordaran en este estudio.


Volviendo sobre los textos que trataremos en este ensayo, José María Vergara y Vergara en su libro titulado “La historia de la literatura en nueva granada”(1867) nos llego a hablar con preocupación sobre la existencia de un único ejemplar de la “Historia de las misiones de los llanos de Casanare y los ríos Orinoco y Meta” escrita por el padre Rivero y cuya única edición, según el autor, se mantenía inédita y olvidada en la biblioteca de Bogotá corriendo el riesgo de extraviarse o dañarse. Eso en el siglo XIX. Sin embargo, gracias a su intervención y a la de otros intelectuales el texto finalmente no se perdió pero si cayó en el olvido. De la obra del sacerdote jesuita Rivero se conservarían para la posteridad no sólo sus crónicas sino su “teatro del desengaño”, esta última dada por extraviada por José María Vergara y Vergara para ser posteriormente recuperada, mas no difundida (Vergara y Vergara, pág. 207) De las dos obras del padre Rivero, a las crónicas no solo se les reconoce un valor literario sino etnográfico para Colombia ya que detalla las experiencias del sacerdote y sus compañeros con los aborígenes durante las misiones evangelizadoras de los jesuitas en el sur-oriente del país, antes de la expulsión de su comunidad por parte de las autoridades españolas hacia el año 1767.


Con las crónicas de Rivero y su “teatro del desengaño” se rescata parte de la producción literaria local del siglo XVIII, no corriendo igual suerte la producción literaria desarrollada en los llanos orientales durante el siglo XIX a excepción de algunos textos ya nombrados. La literatura elaborada durante este periodo aparece “casi” como inexistente en los archivos de las principales bibliotecas del país y en el Archivo General de la Nación. Esta alienación en las letras que es un producto ineludible del aislamiento político, económico y cultural de los llanos Orientales respecto al resto del país durante el siglo XIX, ha dado lugar a un inconmensurable vacío en la historia literaria a nivel no solo regional sino nacional. A pesar del aporte en hombres, ganado, armas y oro que se dio para llevar a cabo la independencia del país y de haber sido la tierra de refugio de reconocidos caudillos de la patria como Nepomuceno Moreno, Nonato Pérez, Juan Galena, entre otros, por alguna razón los llanos orientales, sus letras y su gente fueron dadas al olvido y su recuperación paulatina se ha desarrollado con cierta lentitud desde la segunda mitad del siglo XX, como respuesta a las políticas de inclusión social y cultural emprendidas por algunos líderes políticos, entre los que vale la pena destacar, al presidente Liberal Alfonso López Pumarejo (1934–1938) con iniciativas como "re descubriendo a Colombia" . Gracias a la constitución de 1991, que elevo a la categoría de departamentos a las intendencias de Casanare, Vichada y Arauca, entre otros, estas políticas de inclusión no son hoy una opción sino una ley (artículos 7, 70, 72, etc.)


El problema político de la “otredad” en la historia de Colombia y su repercusión en las letras nacionales y regionales


Una vez la independencia de la Gran Colombia se acepto como un hecho frente a España, las autoridades republicanas olvidaron rápidamente las promesas de integración nacional que se les había hecho a los líderes de las diversas regiones del país que colaboraron con la causa independentista, entre ellas los llanos. En 1830 estas divisiones internas llevaron a la disolución de la Gran Colombia, el sueño de Bolívar, e inauguraron una serie de largas y feroces disputas entre las autoridades regionales y centralistas que desembocarían en casi dos siglos de luchas y exterminios. Todas estas disputas han contado, sin embargo, con una misma y significativa raíz: la búsqueda del discurso del "otro" por sobrevivir y ganar un espacio y una legitimidad no sólo física sino espiritual y simbolica en la historia nacional. En el caso de los Llanos Orientales, desde el momento en que se negó la participación del Casanare y San Martín de los Llanos (que constituyen lo que hoy en día es Casanare, Arauca, Vichada y Meta) en el escenario político colombiano, no se volvió a hablar demasiado de esta zona del país en la capital, por considerarse que esta tierra y su gente gozaban de cierta naturaleza "romántica", bárbara e indomesticable, misma visión que manejaban los españoles desde la Época de Alonso de Herrera. La investigadora Jane Raush en su ensayo titulado “Vaqueros Románticos”, “Tierra del Futuro” o “Devoradora de Hombres”, profundiza un poco más en esa perspectiva centro-periferia.


La marginalización de los Llanos Orientales, producto del discurso de "civilización y barbarie" que predomino desde sus inicios se vio agudizada durante el periodo de la Regeneración, abriendo el camino a una cacería de brujas sin precedentes que culminaría en una primera etapa con la guerra de los mil días y la irremediable perdida de una Panamá liberal, para inaugurar nuevamente una serie de nuevos y largos conflictos bélicos donde la posesión de la tierra y su explotación ha sido el detonante primordial. La estigmatización del otro, del "enemigo interno", se impuso por razones políticas, una vez más, no solo en los diversos campos de batalla que desangraban al país sino que se hizo cada vez más notorio en el ámbito periodístico y literario. En lo único en que se tuvo en cuenta a los llanos fue en su potencial económico, impulsado en sus inicios por la ganadería y la agricultura, antes de la llegada de las multinacionales petroleras que la dividieron en dos: por un lado una llanura prospera al servicio de los intereses capitalinos y de los "caciques" locales, y por otro lado, una llanura sometida a una economía en estado primitivo, que tuvo que valerse, durante las últimas décadas, del narcotráfico para sobresalir. A nivel cultural y educativo, sin embargo, la evolución fue casi nula en ambas zonas debido a la ausencia de centros de educación superior, los cuales se concentraron, en su mayoría, en el centro y en el noroccidente del país, impulsando el desarrollo de esas zonas y condenando a los llanos al rezago.

Textos como El pensamiento político de los fundadores de Nuevo Reino de Granada, escrito por Francisco Elías de Tejada en el año 1955 han dejado al descubierto la visión cultural que se ha querido imponer en el país desde la independencia siguiendo un discurso excluyente heredado, a su vez, de las primeras autoridades coloniales, que pretendían homogeneizar las voces de "los otros" alrededor de un discurso central europeizaste. Siguiendo el lineamiento ideológico que imponían las políticas centralistas desde la independencia, se estableció en Colombia desde el periodo de la regeneración hasta bien entrado el siglo XX, un canon literario de carácter conservador que excluyo tanto a las obras liberales bogotanas como regionales que no cumplían con los estándares exigidos por un puñado de intelectuales conservadores como Marco Fidel Suarez, Antonio José Restrepo, monseñor Rafael Carrasquilla y Rufino José Cuervo. A pesar de las constantes denuncias y reclamos de diversos intelectuales y de periodistas de vanguardia como Luis Tejada sobre la manera como se enseñaba la literatura nacional en la academia y en las escuelas rurales, el programa de enseñanza en las aulas tuvo pocas reformas.


En los manuales de historia literaria de finales de siglo XIX y hasta mediados del siglo XX, poco antes de la publicación de Cien años de Soledad, se evidencia la enseñanza de una historia excluyente de la literatura nacional, en un intento desaforado por parte de las élites intelectuales del momento de "blanquear" la cultura, la lengua, las tradiciones y la sangre colombiana a través de las letras. Si bien este veto no se conservó políticamente si se preservo socialmente durante generaciones y es la razón de que muchas obras no pasaran de la primera edición y otras tantas se mantuvieran en el anonimato, al margen incluso de los claustros académicos como es el caso de El mudo de José María Vergara y Vergara o las novelas Llanura, soledad y viento (1960) de Manuel González Martínez y Tierra llana (1964) de Raúl Loyo Rojas. Esta decisión, entre otras de carácter político, respaldadas por la constitución de 1886, tuvieron una repercusión negativa a lo largo y ancho del país, ayudando a fraccionar y convertir a Colombia en un “país de países”, una visión que lamentablemente perdura entre las nuevas generaciones y que se ha convertido en uno de los principales motores de la violencia y la discriminación que nos azota en la actualidad.


El objetivo de esta investigación.


El objetivo de esta investigación es extender un puente, un puente que conecte no solo la literatura regional con la nacional a nivel espacial sino que logre una unión y una continuidad temporal entre El Orinoco ilustrado de Gumilla y las Crónicas del padre Rivero (escritas durante el siglo XVIII) con la literatura desarrollada en los Llanos orientales colombianos durante el siglo XX, tratando de llenar a través de esta investigación parte de ese vacío que representa el siglo XIX en nuestra cultura letrada. Este tipo de puentes entre lo regional y lo nacional enriquecen el imaginario y la memoria colectiva de los pueblos y se hacen necesarios en un país que le apuesta a la paz en el difícil periodo del posconflicto que atravesamos después del proceso de paz con las Farc y en el marco de las políticas de la JEP. Puesto que “la historia de una cultura es el producto de la memoria colectiva y la memoria colectiva se construye según la autoridad que tiene el poder” como señala el filósofo italiano Giambattista Vico, es necesario en este momento histórico tan importante que la academia levante la voz por aquellos que no la tienen y ayuden a reestructurar la maltratada memoria histórica de Colombia desde todos los frentes humanísticos, llámese histórico, antropológico, literario, etc. En ese orden de ideas, investigaciones como la presente busca no sólo enriquecer nuestra cultura e idiosincrasia como nación sino deconstruir y desafiar la autoridad discursiva hegemónica que establece el canon de lo que merece o no merece ser leído en la historia de la literatura nacional.


Walter Mignolo en su ensayo titulado La lengua, la letra, el territorio (1996) señala la importancia de cuestionar los discursos colonialistas hegemónicos y hace un llamado a elaborar un estudio serio de las literaturas coloniales a la luz de los criterios que exigen los estudios poscoloniales. Por eso esta investigación, como otras tantas elaboradas desde la academia, responde a una perspectiva historiográfica y decolonial. En las siguientes páginas el lector no sólo encontrará una lectura diferente de la literatura elaborada en los llanos orientales en el siglo XIX sino una postura crítica de la misma (…)



El problema de la tradición oral en la construcción de un nuevo canon literario regional. Sobre por qué no lo incluimos en este estudio.


Como bien se sabe, el mito, la tradicion y los cantos de llano, son elementos importantes del folklore oral llanero. Estos elementos son primordiales para comprender la idiosincrasia local y la evolución histórica de sus letras, pues han sido fuente de inspiración de las mismas. Desde la época de la colonia hasta nuestros días esta tradición oral se ha mantenido y se ha manifestado de muchas formas: a través del romancero, la copla, el corrió y la décima, entre otras expresiones líricas populares y de viejo raigambre, heredadas de los colonos españoles que se expandieron por nuestro territorio durante el proceso de la conquista para ser fomentadas, posteriormente, por las diferentes órdenes religiosas que evangelizaron los llanos orientales durante el virreinato de la nueva granada. Sin embargo, teniendo en cuenta que su desarrollo durante el siglo XIX no sigue una trayectoria definida que se pueda rastrear fácilmente y al no existir, por lo tanto, registros de la misma, sino hasta bien entrado el siglo XX, me abstendré en el curso de esta investigación de incluir formalmente el folklore oral en cuestión, sin por ello restarle la importancia que merece en la configuración de la identidad del hombre llanero en la actualidad


Es evidente que vivimos en un periodo histórico difícil. Algunos dicen que vivimos en la era de modernidad, otros de la posmodernidad e incluso se habla de la hipermodernidad. Estos fenomenos sociales y culturales que han golpeado con mas fuerza a la ciudades que a las zonas rurales han abierto una brecha aun mayor entre las pártes, en particular en los llanos, una región que vive entre dos aguas: la de la tradición y las nuevas vertientes que soplan vientos de cambio desde afuera. Lo cierto es que todos vivimos en mayor o menor medida en una época donde confluyen, de alguna manera, todas las épocas y tradiciones bajo el manto del sincretismo, motivo por el cual no se puede ni se debe desechar a la tradición oral como manifestación viva del lenguaje dentro del marco de la intertextualidad. Ya lo decía Gabriela Mistral en alguno de sus discursos: “el habla es la segunda posesión nuestra, después del alma y tal vez no tengamos ninguna otra posesión en este mundo” Los neologismos y arcaísmos tan recurrentes en el habla cotidiana latinoamericana y tan celebrados por parte de los escritores del Boom implican la revolución de las formas literarias tradicionales estructuradas bajo una nueva gramática que sirve para describir un mundo siempre variopinto que evoluciona junto con el paisaje y sus habitantes. Es entonces comprensible que la oralidad y todas las manifestaciones literarias que de ella derivan, tendrán de una u otra forma un espacio directo o indirecto en esta clase de estudios.


En ese orden de ideas y con el propósito de estudiar la metamorfosis que lleva de la tradición y el mito a la literatura escrita llanera se han realizado ya trabajos como el del profesor Temis Perea (Perea Temis, pág. 28) que analiza el origen de estos mitos y su transformación dentro del territorio llanero. Exalta, en el proceso, el papel que jugaron los misioneros, expedicionarios, colonos emigrantes e indígenas en la configuración de la literatura llanera moderna y su carácter polifónico.


Pero insisto, como esta investigación trata sobre la literatura escrita sobre los llanos orientales durante el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, el tema de la tradición oral, el mito y las formas líricas arcaicas ocuparan un segundo lugar. Nos centraremos en los textos escritos.


Finalmente…


Tomando en cuenta que es el siglo XIX es el siglo que vio alumbrar la independencia de la Gran Colombia y su posterior fraccionamiento en tres países diferentes sorprende que no se haya elaborado hasta el momento una investigación seria sobre la literatura desarrollada durante esta época no sólo en los llanos orientales sino en las demás regiones de la periferia que jugaron un papel primordial durante el proceso de fraccionamiento y reordenamiento territorial de la naciente República de Colombia. Pero más que sorprender la falta de este estudio o su difusión incomoda el silencio que los académicos de la región muestran hacia la literatura desarrollada durante ese siglo y resulta difícil darle la razón a críticos como José Manuel Restrepo y Jose Maria Groot cuando se refieren a los llanos orientales como una tierra áspera e infecunda dominada por bárbaros iletrados y criminales (Encuentro con la historia de los llanos, pág. 22-23) como aquellos que ayudaron a la causa independentista.


En vista de las pocas referencias de las que dispuse para llevar a cabo esta investigación me valdré de dos textos primordiales: el primero de ellos es la novela Los emigrados: leyenda histórica, publicada por una escritora de origen desconocido llamada Evanjelista Correa de Soler y cuya temática central gira en torno a una pareja que debe inmigrar durante el periodo del terror de Morillo desde Tunja hasta el Casanare soportando toda clase de aventuras en su camino; en segundo lugar y en contraste con el primero, esta el periódico Correo del Orinoco, fundado por el General Simon Bolivar como un arma política y moral para el combate contra los españoles. En cuanto a los textos teóricos que empleare para la presente investigación se pueden dividir en dos secciones: los primeros tratan el tema de las literaturas centro- periferia y los segundos la literatura llanera como tal. Entre los autores del primer grupo destacan Ángel Rama, Walter Mignolo, Eduardo Becerra, Luis Fernando Restrepo, Francisco Elias de Tejada, Carmen Elisa Acosta y José Luis Romero, entre otros, y entre los autores del segundo grupo se cuentan los trabajos de Otto Gerardo Salazar Pérez, Henry Benjumea Yepes, Jane Raush y Temis Perea Pedroza.


EL CORREO DEL ORINOCO: EL ARMA POLÍTICA DE "EL LIBERTADOR"



"La verdadera libertad no mora bajo el crimen y tened presente, como un útil aviso, las desgracias en que os envolvió, para no incurrirlas huyendo lejos de él"


Simón Bolivar


Tomando como precedente el gran éxito que obtuvo la Bagatela, el periódico fundado por Antonio Nariño en el año 1812, "el libertador" Simon Bolivar intenta seguir sus pasos con el Correo del Orinoco (1818-1822) obteniendo logros políticos significativos a través del mismo, hasta el punto de que se decía que si los hombres de la causa independentista habían ganado la batalla frente a las tropas españolas dirigidas por Morillo, había sido gracias a la inspiración que habían hallado en el periódico fundado por el libertador.


La figura de Bolivar era una leyenda en Europa para la fecha de publicación del Correo del Orinoco. Se hablaba de sus hazañas militares en los círculos políticos de Francia, España e Inglaterra, hasta el punto de que la noticia de la creación del periódico no les sorprendió y tampoco su función como arma política. Desde el anterior congreso de Angostura previo a la creación del periódico, Bolívar había estado analizando la idea colosal de unir en una sola República las secciones que componían el virreinato de la Nueva Granada: Santa fe, Venezuela y Quito y consciente de que no bastaría el logro de las armas en este propósito decide recurrir al vehículo más efectivo que se conoce en ese momento: la prensa. Bolivar no desconoce el poder de este medio ya que comprendía el papel que este había jugado durante la revolución francesa y pretendía hacer de ella una herramienta política en las américas a pesar de que para la época ya había desgastado su vigor revolucionario y subversivo en Francia, donde la prensa empezaba a consolidarse como una empresa al servicio de los intereses de la naciente burguesia y no como un medio para lograr alguna revolución armada.


Jose Domingo Diaz escribe en sus “Recuerdos sobre la Rebelión de Caracas” lo siguiente:


Fue siempre la imprenta la primera arma de Simon Bolivar; de ella ha salido ese incendio que ha devorado a la America y por ella se han comunicado al extranjero aquellos motivos de excitar la codicia, cuyos desengaños le son tan sensibles. En esta oficina de sus mentiras e imposturas ha estado aquella fuerza que ha arrastrado a la adoración de este Huetcilopochtli un gran número de necios y sencillos que no le han conocido sino por ellas y que se han desengañado


(Rodríguez Manuel, pág. 11)


Junto con los habituales implementos bélicos que la rebelión necesitaba, desembarco desde Londres en Ocumare en el año 1817, una imprenta con 25 quintales de letras para apoyar la causa de Bolivar. Esta imprenta que fue en un principio abandonada se constituiría más tarde en la verdadera máquina de la revolución, un órgano de divulgación de ideas y propósitos para los patriotas suramericanos. Allí terminarían imprimiendo, finalmente, el Correo del Orinoco bajo la dirección del Venezolano Juan German Roscio y del granadino Francisco Antonio Zea. Para lograr poner a funcionar esta nueva imprenta, Fernando Peñalver trajo especialistas desde Londres y se contrato para manejarla al prensista inglés Andres Roderick, después suplido por los prensistas también ingleses, Tomas Bredshaw y William Burrel Stewart.


Llama la atención que “el personal del taller tipográfico no fue muy numeroso y con respecto al de la Gazeta de Caracas en 1808 ofrece una notable diferencia: Gallagher y Lamb utilizaban aun en 1815 mano de obra esclava mientras, en el Correo del Orinoco los operarios son hombres libres” (Rodríguez Manuel, pág. 13) El periódico que promovía la libertad de una nación no traiciono sus ideales ni siquiera en la labor de la impresión porque quienes trabajaron allí lo hicieron a su cuenta y riesgo. Los prensistas ganaban 50 pesos mensuales y eran los encargados de imprimir no solo el periódico sino los decretos del libertador. Los demás eran en su mayoría colaboradores voluntarios.


El primer número del Correo de Orinoco empezó a circular desde Angostura el 27 de Junio de 1818, en uno de los momentos más cruentos de la guerra contra la retoma española del poder a manos de Morillo. Con un formato tabloide ingles, el periódico círculo hasta el último día de su publicación, separado por secciones donde se trataban diferentes temas, todos en torno a la revolución que se estaba gestando en ese momento. Varias manos ayudaron a redactar el Correo del Orinoco y se sabe que el mismo Simon Bolivar publicó allí utilizando diferentes seudónimos


Pero, ¿cuál era el contenido de este periódico? En el Correo del Orinoco se trataban ante todo asuntos de la revolución no sólo de America sino de Europa evidenciando la manera como estas revoluciones que se gestaban en el extranjero afectaban las revueltas internas en la Nueva Granada. Buena parte de sus páginas, por ejemplo, analizan la expansión del imperio napoleónico y no le dedican pocos artículos al enigmático personaje que fue Napoleon Bonaparte. Pero el periódico trata ante todo de las revueltas americanas, allí se comunican partidas de victoria de los ejércitos latinoamericanos contra los ejércitos de la reconquista, se exponen himnos y se recuerda a los compatriotas caídos en combate. En algunos momentos se habla de filosofía y religión, encuentros secretos y no tan secretos entre líderes americanos con revolucionarios europeos y norteamericanos afines a la causa etc. En sus páginas circula una amalgama de temas referentes todos a la revolución, escritos con un tono que busca levantar la moral de los combatientes. A propósito, Manuel Rodriguez escribe:


El año 18 es desventurado en lo militar y la obra del periódico compensa en buena parte la adversidad de la guerra. A partir de 1819 cambia la suerte de la causa patriota y el Correo del Orinoco se convierte en un interminable y jubiloso boletín de victorias miltares, políticas y diplomáticas. A lo largo de ese año afortunado de ocurre la toma de San Fernando, Boyaca y la entrada a Santa fe de Bogotá, las homérica hazañas de mariño en la Cantaura y Paez en las queseras del medio, la instauración del Congreso de Angostura y la lectura del discurso del libertador, la promulgación de la constitución de Venezuela y de la ley fundamental el Colombia”


(Rodríguez Manuel, pág. 199)


Como lo describe Manuel Rodriguez, el objetivo del Correo del Orinoco es ante todo informar. No hay tiempo para artículos de opinión desligados de la causa revolucionaria. Es interesante ver como figuras religiosas como la Virgen son adaptadas a la causa y se revisten de un carácter revolucionario. En la sección del periódico titulada Funciones Religiosas, del sábado 11 de marzo de 1820, se describe a la virgen de Monserrate como una mártir divina de una patria en constructo, victima a su vez de la tiranía española. En vista de las reiteradas falta de respeto a la vida y el espacio sagrado que representan las iglesias por parte del ejército español, el escritor hábilmente saca partida de los hechos e incita a la ciudadanía a despreciar estas conductas y a quienes la manifiestan, aprovechando la ocasión para hacer propaganda a favor de la causa independentista en un intento por convencer a los españoles de desertar en filas.


Sobre el Correo del Orinoco y su contenido se puede hacer un extenso análisis que no realizare, por ahora, en esta investigación. Para cerrar el tema y pasar rápidamente a la segunda parte de esta investigación, destacare la importancia que este periódico tuvo para la educación, en particular para las mujeres, al promover una visión "de avanzada" para la época. En el Correo del Orinoco del día sábado 1ro de Diciembre de 1821, se promueve públicamente, por ejemplo, el decreto sobre el establecimiento de las escuelas en los conventos religiosos para la educación de las niñas. En el decreto se dispone a los conventos para recibir e instruir niñas con el fin de que reciban una educación integra que compagine la moral y las buenas costumbres con el aprendizaje regular de las letras. El fin de la educación era crear buenos ciudadanos y este derecho y deber debía extenderse a todas las clases, entre ellas las más necesitadas. En el artículo No 1, por ejemplo se dispone que: "habrá por los menos una escuela de primeras letras en todas las ciudades, villas, parroquias y pueblos que tuvieran cien ciudadanos para arriba" Más adelante se dispone del escaso erario público para llevar a cabo este proyecto en favor de los ciudadanos criollos de bajos recursos.


Después de leer sus páginas y las ideas que se promueven desde este periódico, es difícil no compartir la opinión de Manuel Rodríguez cuando nos dice: "El Correo dedica su atención primordial a los asuntos directa o indirectamente vinculados a la guerra pero con visión de porvenir, no menosprecia los proyectos nacionales e internacionales que ayudaran a la reconstrucción equitativa de una nueva nación" (Rodríguez Manuel, pág 200) A pesar de lo utópico del sueño de Bolívar y de todas las falencias y reclamos que puedan darse después de analizar su vida y obra, lo cierto es que varias de sus ideas fueron muy bien vistas por la sociedad de su tiempo como lo demostraremos en la siguiente sección.


LOS EMIGRADOS: LEYENDA HISTÓRICA: UNA NOVELA SOBRE LOS OTROS. APRECIACIÓN GENERAL.


En contraste con lo que puede leerse en el título, Los emigrados: leyenda historica (1867), este texto no es una leyenda en el sentido moderno y estricto de la palabra, sino una novela de carácter histórico que ubica buena parte de su trama en los acontecimientos ocurridos en Colombia entre los años 1818 y 1819, es decir durante el periodo de la independencia. En esta novela se trata de una manera muy cercana el drama y la cotidianidad de los otros, es decir de aquellos que vivieron ese momento histórico y los que dieron su vida por causa de "la libertad" Este texto constituye un análisis muy lúcido sobre el papel de los emigrados o desplazados en el proceso de colonización y mestizaje en Colombia, según la profesora Carmiña Navia Velasco, que señala a esta novela como precursora de esa mirada, la mirada de los otros, en la literatura nacional, que aborda el tema del desplazamiento y su relación histórica con la violencia (Navia Velazco, 2003)


La autora, de la que se desconoce sus orígenes, confiesa en el prólogo no tener pretensiones literarias y estar motivada a escribir sólo por la necesidad de conseguir “pan y vestido para sus hijos y madre” Ese detalle llama de antemano la atención tanto del lector ingenuo como instruido porque nos da una visión de un drama humano y personal por parte de la autora sin darnos mayor detalle al respecto. Por lo que podemos intuir de esta confesión la escritora es la viuda de algún militar que ha entregado su vida en una revuelta local y se halla demasiado enferma para dedicarse a otras labores que no sea escribir. A medida que avanzamos en el texto, vemos una pretensión por parte de la autora por contar una historia "real", al estilo de los escritores realistas y costumbristas de la época. Esta definición y no la de novela histórica es la mas propicia para esta obra ya que no sigue los lineamientos de lo que se considera novela histórica en la definición de Lukács y el planteamiento de Walter Scott y Balzac, esto debido a la poca distancia temporal entre los hechos narrados y el momento de la narración.


La búsqueda de la verdad no es tan artificiosa en esta novela como en otras de corte "realista" porque esta mediada por el recuerdo y la oralidad de una anciana que curiosamente, pese a contar siempre la misma historia a su nieta Eva, sabe que nunca terminara contando la misma historia ya que comprende que tanto la niña como sus lectores asumen siempre una visión distinta respecto de su narración. Hay entonces en la escritora una conciencia de sus limitaciones y ante todo, una conciencia humana del tiempo y una comprensión precoz de la teoría de la recepción.


Evanjelista Correa de Soler manifiesta una intención de conservar la memoria de los héroes, en el sentido planeado y desarrollado por Ricoeur:


La búsqueda del recuerdo muestra efectivamente una de las finalidades principales del acto de memoria: luchar contra el olvido, arrancar algunas migajas del recuerdo a la rapacidad del tiempo, a la sepultura del olvido. No es solo el carácter penoso del esfuerzo de memoria en que da a la relación ese matiz de preocupación, sino también el temor de haber olvidado, de olvidar todavía mas, de olvidar mañana realizar tal o cual tarea; pues mañana no habrá que olvidar...acordarse


(Navia Velasco, pág 21)


En esta novela o ejercicio de la memoria hay, además, dos capas narrativas: por un lado esta la narradora externa y omnisciente representada en Evangelista Correa de Soler y por el otro lado tenemos a la anciana Anjelica que no goza de un carácter omnisciente y que nos cuenta su historia no en primera sino en tercera persona. La anciana funciona de alguna manera como un alter ego de la narradora que se niega a revelarse ante el lector y mantiene una postura alejada y critica de los acontecimientos que parecen desarrollarse de manera circular. Por alguna razón hay siempre un eterno retorno sobre el texto transfigurado en la figura de Eva que parece estar allí presente solo para recordárnoslo. Al igual que en la Vorágine, la narración tiene una estructura circular, pues comienza con una carta donde se hace una descripción física de la protagonista (la única descripción en toda la narración) en una circunstancias que aparecen solo en la escena final de la novela. Ella, al igual que la Alicia de la Vorágine, lleva, por ejemplo, un niño en brazos, pero a diferencia de ella, sobrevive junto con su hijo neonato, del que desciende, finalmente Eva. Esta conclusión de la novela donde el niño y la mujer se hacen presentes en diferentes contextos, es una constante que plantea de fondo un viaje iniciático donde el final se conecta de una u otra forma el principio. La Vorágine y Cien Años de Soledad, son sólo dos ejemplos de este tipo de novelas. Esta representación goza inconscientemente de una naturaleza simbólica y alegórica cuyo origen puede rastrearse en algunos textos como la Biblia. De ahí que esta obra nos resulte tan familiar.


En Los emigrados la autora hace una incursión a la Historia inmediatamente anterior a ella remontándose a los años de la gesta independentista buscando en esa Historia una raíz simbólica que nutra el imaginario de nación tanto en ella como en el lector. Los acontecimientos narrados inician en el año 1797 cuando el Doctor M y la señora Josefa, ambos provenientes de España, se instalan en Tunja y forman un hogar conformado por cuatro hijas y un hijo a los que educan estricta pero cariñosamente. Sin perder mucho tiempo en los detalles de la niñez de Anjelica, y tras la muerte de su padre, la protagonista o heroína de esta historia y tercera hija del matrimonio, es trasladada por una narradora omnisciente a las instancias de su matrimonio con un Joven llamado Jose V, cuando la joven cuenta con apenas trece años. En el año 1818, cuando ha pasado un año desde la celebración del matrimonio se desencadena el nudo de la historia. Jose V se adhiere a la causa patriota y se ve forzado a someter a su esposa y a uno de sus dos hijos (la niña mayor, Delia, se queda con sus abuelos paternos) a la vorágine de la migración hacia los llanos del Casanare, la única zona al parecer segura, en ese momento de lucha y desesperación contra los ejércitos del emancipador Morillo. Durante su recorrido, Anjelica se adapta a las circunstancias del viaje y surge de ella una mujer cada vez mas madura y segura de si misma a medida que se aleja del centro del país y se enfrenta a sus temores en una tierra inhóspita y nueva. Por el camino se encuentran no sólo con los otros, los residentes locales (indígenas y mestizos) que enriquecen su cosmovisión de mundo sino con otros inmigrantes, que al igual que ellos huyen de la violencia desatada en el centro del país y prefieren entregarse a los peligros del llano que a las fauces de Morillo. Este rasgo es compartido con la Vorágine, pues sus protagonistas luchan de una u otra forma contra la tiranía del poder hegemónico, investido siempre por una autoridad central y conservadora.


Otro rasgo en común de esta novela con la Vorágine, a parte del descrito anteriormente, es la descripción de los paisajes llaneros y el tono de denuncia hacia las injusticias por parte de la narradora y la heroína (en el caso de la Vorágine es un “héroe”) de su historia. Este tono de denuncia, tanto de la narradora como de la protagonista, va dirigida a instituciones conservadoras como la iglesia, y a la sociedad solapada en general, por promover una visión retrograda de la mujer y del amor. Evangelista Correa de Soler maneja, tal vez de una manera no muy consciente, una visión revolucionaria donde se lee entre lineas la influencia de los ilustrado franceses, en particular de Jean-Jacques Rousseau y su concepto de la educación.


Evanjelista Correa de Soler muestra un cariño y una lealtad inamovible hacia Bolivar y su causa. Por algo, Bolivar y Santander tienen su lugar como personajes secundarios dentro de la novela. Los héroes que ella enaltece, los ideales que ella persigue son los mismos héroes e ideales manifiestos en el periódico el Correo del Orinoco. Tal vez allí esta el origen de toda su alucinada idealización de lo políticamente correcto en esta novela y la principal deficiencia que no le permitió a su autora explorar todas las posibilidades que su talento merecían.


Las diferencias y similitudes de esta novela con la Vorágine e incluso con Cien Años de Soledad y La Marquesa de Yolombó es asombrosa. En escasos 13 capítulos y 108 paginas logra tocar muchas temas y problemáticas que vendrán a ser abordadas durante el siglo XX por reconocidos escritores nacionales. De todos estos temas y problemáticas en común tal vez el mas relevante y contemporáneo es el problema de la otredad en la construcción de la identidad nacional.


A pesar de no ser una novela histórica en la definición luckacsiana del termino, la novela los emigrados tiene un carácter histórico importante y comparte una misma búsqueda que la novela histórica de ayer y hoy. Como bien lo dice Amalia Pulgarin:


Todas la novelas históricas nacen de la necesidad de llenar los vacíos que los textos historiograficos han dejado abiertos y mostrarnos el lado mas polémico, y también el mas humano de estas historias. El lado oculto de la realidad accede a un primer plano cuando nuestros novelistas rescatan lo marginal para convertirlo en elemento privilegiado de sus ficciones.


(Pulgarin, pág. 205)


Lo que le quita fuerza narrativa a esta gran novela es el hecho de que Los emigrados, como buena parte de las novelas escritas durante el siglo XIX en Colombia y en Latinoamérica, no logra escapar a una visión idealizada y totalizante de la realidad, donde los estereotipos de los bueno, lo malo, lo bonito y lo feo se mantienen, sin que se vislumbre una intensión clara por parte de los escritores de poner en tela de juicio ese discurso. Más allá de eso es una lástima que una obra de este calibre con todo y las deficiencias internas que presenta no hubiera recibido jamás la difusión que requería.


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BIBLIOGRAFIA.


Fuentes primarias:


CORREA DE SOLER, EVANJELISTA. Los emigrados: leyenda histórica. Imprenta estereotipa de Fernando Rivas. Bogotá, 1870.


PERIÓDICO EL CORREO DEL ORINOCO (1818-1822). Facsimilar. Biblioteca Nacional.

RODRIGUEZ MANUEL ALFREDO. El correo del Orinoco. Biblioteca popular Venezolana, 1969.


SALAZAR PÉREZ, OTTO GERARDO. Valoración de la obra del Padre Juan Rivero. Trabajo de Grado Universidad Nacional de Colombia, Santafé de Bogotá, 2000.


Otros textos


ABADÍA MORALES, GUILLERMO. Compendio general de folklore colombiano. Bogotá Fondo de Promoción de la Cultura del Banco Popular, 1983.


ACOSTA PENALOZA, CARMEN ELISA "Leer Literatura, Ensayos Sobre La Lectura Literatura En El Siglo XIX" En: Colombia 2005. ed: Cooperativa editorial magisterio ISBN: 958-20-0801-6 v. 1 págs. 162


ACOSTA PENALOZA, CARMEN ELISA, DIOGENES FAJARDO, PATRICIA TRUJILLO, "Leer La Historia: Caminos A La Historia De La Literatura Colombiana" En: Colombia 2007. ed: Universidad Nacional de Colombia ISBN: 978-958-701-796-0 v. 1 pags. 186


BENJUMEA YEPES, HENRY, Literatura llanera: aproximación histórica y crítica. Fondo Editorial Entre letras 2001, 132 págs.


GONZALO ECHEVARRIA, ROBERTO (1998) Mito y archivo. Una teoría de la narrativa latinoamericana. México, Fondo de cultura económica.


MIGNOLO WALTER (1996) La letra, la lengua y el territorio (o la crisis de los estudios literarios coloniales) En Sosnowski, Saúl (1996) Lectura crítica de la literatura latinoamericana. Inventarios, invenciones y revisiones. Venezuela, biblioteca Ayacucho. Recuperado de: https://es.scribd.com/document/56724219/La-Letra-La-Lengua-El-Territorio-Walter-Mignolo


NAVIA VELASCO, CARMIÑA (2003), La narrativa femenina en Colombia. Artículo titulado: El cuerpo de los hombres y las mujeres desplazados. Publicación del grupo de investigación Género, literatura y discurso. Facultad de humanidades, Universidad del Valle. Archivo recuperado de:



PEREA PEDROZA, TEMIS, De la tradición y el mito a la literatura llanera. ARFO editores e impresores 2009, 314 págs.


PULGARIN, AMALIA, Meta ficción historiográfica: la novela histórica en la narrativa hispánica posmodernista. Editorial Espiral Hispano América, 1995.


RAMA ANGEL, La ciudad letrada. Prólogo de Hugo Achucar. Editorial Arca, Montevideo, 1998, 126 págs.


SÁNCHEZ TOCARÍA, OTTORINO, Antología de la literatura llanera: 100 autores. Editorial Horizonte Llanero, 1998, 233 págs.




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