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Esbozo de un cuento

Actualizado: 10 jul 2023

Por Verónica Alejandra River



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Siempre he dicho que el lugar de nacimiento no lo determina el registro civil, o por lo menos ese azar del destino no aplica legalmente en mi caso. Para explicarle al lector desprevenido el porqué tendría que rebobinar en el tiempo hasta el inicio de mi viaje. Cómo pocos saben nací el dieciséis de Marzo de mil novecientos ochenta y nueve en un municipio llamado Calamar (considerado un caserío en ese entonces) ubicado en el departamento del Guaviare, a las siete y quince de la mañana, pero mis padres decidieron registrarme en la ciudad de Villavicencio aproximadamente un año después. Desde mi más tierna infancia me hicieron creer que haberme registrado en esa ciudad era un regalo y una segunda oportunidad en la vida. Habían llegado huyendo de una oleada de violencia sin precedentes desatada tras el asesinato del candidato presidencial Luis Carlos Galán a manos de la mafia. Como el gitano errante, arribaron un día caminando a casa de mis abuelos cansados de correr en medio de la inmensidad de la selva y la llanura, cargándome en brazos al borde de la muerte. En mi pueblo natal ya asesinaban gente por simple sospecha, pero ahora descuartizaban niños, los jóvenes jugaban a la ruleta rusa con cualquier revólver, el cura metía cocaína mezclada con vino y las prostitutas corrían desnudas por los campos como ninfas drogadas en una competencia por joyas, carros y dinero. Eran los últimos años del reinado de Pablo Escobar, de sus amigos y enemigos, y el primero de mi vida.


Antes de tener un registro civil que me incluyera en la lista olvidada de esos ciudadanos que habitan el sur-oriente del país, tuve dos nombres consignados en los registros médicos del pueblo: Angélica María y Dora Isabel, este último en honor a mi abuela materna. Hubiera preferido quedarme con el primero pero mis padres finalmente decidieron llamarme Yudy Hasbleidy, una combinación que desde niña he considerado del mal gusto pero que revela inconscientemente mis raíces y las circunstancias de mi nacimiento. El Yudy se lo debo a una actriz que estaba de moda y de la que mi padre vivía platónicamente enamorado (con la diferencia que ella se llama Ruddy) , mientras el Hasbleidy me lo coloco mi madre como agradecimiento al médico que la atendió durante el parto bajo amenaza de muerte. Se lo había sugerido "de cariño" pero yo presiento que lo hizo por venganza. Poco antes de acogerme en este mundo, el único medico que tenia Calamar bailaba ebrio y alegre en uno de los burdeles del pueblo hasta que mi padre irrumpió desesperado en horas de la madrugada para decirle que debía asistir un parto. El médico no comprendía la algarabía. Rodeado de hermosas mujeres que hablaban, follaban y reían en diversos dialectos, se negaba a atender el nacimiento de "una mocosa más"(…)



Enero 2021

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